Aviso importante: Esta es una descripción general de algunos de los síntomas que pueden experimentar las personas al final de su vida. Aunque en cada experiencia individual influyen diferentes factores, como enfermedades y medicación, hay algunos cambios físicos comunes en este momento.
En algunos casos, el proceso de morir puede durar semanas, y, en otros, puede tomar unos pocos días u horas. Cuando la muerte es inminente, es posible que note algunos de los cambios que se enumeran a continuación.
Disminución del nivel de actividad
La persona habla y se mueve menos, a menudo durmiendo durante gran parte del día y resistiéndose al movimiento o a la actividad de cualquier tipo. Aunque los giros y cambios de posición delicados ayudarán a aliviar problemas como rigidez muscular y lesiones en la piel por presión, la necesidad de estos disminuye cuando se acerca la muerte. Si la persona verbaliza malestar cuando la mueven o usted ve alguna señal de dolor, como muecas, con movimiento o actividad en personas no verbales, darle medicación previa para un manejo adecuado del dolor ayudará a aliviar el malestar. Su profesional de salud puede indicarle cómo hacerlo de forma segura, así sea programando los cambios de posición en función del programa de tratamiento del dolor que siga o añadiendo medicación adicional según sea necesario.
Pérdida de interés por el entorno
Es posible que la persona no responda a preguntas o muestre poco interés por actividades que antes disfrutaba o en comunicarse con familiares, cuidadores o amistades. Este fenómeno ha sido descrito como “desapego” y aparece a medida que la persona se retira, poco a poco, de la vida. Mantener su entorno lo más tranquilo posible, con iluminación tenue y su música favorita, o tocarle con delicadeza y hablarle con dulzura, puede ser tranquilizante en este periodo de transición. Quienes le cuidan, su familia y proveedores de salud deben actuar siempre como si la persona a punto de morir estuviese consciente de lo que ocurre, oyendo y entendiendo sus voces. La escucha está entre los últimos sentidos que fallan antes de morir.
Pérdida de apetito y sed
El apetito o sed de la persona desaparece por completo o casi del todo. También puede tener problemas para tragar, lo que provoca tos y ahogos con los intentos por ingerir medicamentos, alimentos o líquidos. La ausencia de interés por la comida y los líquidos es normal y esperable. Nunca se le debe forzar la alimentación o la bebida porque al ralentizarse el sistema gastrointestinal junto con los demás sistemas del organismo, aumenta el riesgo de asfixia, neumonía y molestias abdominales. Pueden dársele cuidados de confort con una buena higiene bucal; manteniendo su boca y labios húmedos con esponjas mojadas y aplicando bálsamo en estos para evitar que se agrieten.
Cambios intestinales y de la vejiga
El estreñimiento puede hacerse más evidente, requiriendo un mayor uso de laxantes para mantener su comodidad, aunque estos medicamentos deben suspenderse si la persona ha ingerido poco o ningún alimento o líquido durante varios días.
También puede haber pérdida del control y funcionamiento de la vejiga. Si la incontinencia aumenta las molestias por la ruptura de la piel, o si el equipo médico sospecha, por cualquier motivo, que la orina queda retenida en la vejiga, es frecuente que se recomiende una sonda de Foley, que es indolora cuando está puesta y ayuda a proteger la piel circundante, aliviando del dolor o presión abdominal por la retención de orina y minimizando la carga de girar y cambiar de posición durante los cambios de pañal o toallas absorbentes.
La temperatura corporal puede bajar uno o más grados
Las manos o la piel de la persona pueden empezar a sentirse frías al tacto. No se recomienda el uso de almohadillas eléctricas para calentar sus manos o pies, pues hay un riesgo importante de quemaduras en la piel fina y frágil. Una simple cobija caliente puede ser reconfortante. Algunas personas pueden tener una fiebre leve o la piel de la cara y el torso enrojecida y caliente al tacto. Una toallita tibia en la frente puede ser de alivio.
Diminución gradual de la presión arterial, la frecuencia cardíaca y la respiración
Cerca del final de la vida, las constantes vitales, como la tensión arterial y la frecuencia cardíaca, pueden fluctuar y volverse irregulares. Aunque esto no necesariamente significa que algo va mal, son cambios que deben comunicarse al personal de salud del centro de cuidados paliativos o a otro profesional médico. Aunque estos síntomas pueden aparecer en cualquier fase de la evolución de la enfermedad, es posible que se acentúen en los últimos días u horas antes de morir.
Aumento del dolor por la progresión de la enfermedad, el empeoramiento de condiciones crónicas como artritis o articulaciones inflamadas o la aparición de heridas por presión en la piel
Aunque algunas personas pueden decir que sienten dolor, en el caso de las personas no verbales, el dolor o la angustia pueden hacerse evidentes por gemidos, resistencia al movimiento poniéndose tenso, muecas, puños o dientes apretados, gritos, llantos, agitación, inquietud u otras manifestaciones que indican malestar. El equipo de cuidados paliativos puede recetar medicamentos líquidos de absorción sublingual —que se absorben por la boca debajo de la lengua o en el interior de la mejilla— para aliviar estos síntomas con rapidez.
La piel de las rodillas, los pies y las manos puede tornarse morada, pálida, gris y mancharse
Estos cambios suelen indicar que la muerte ocurrirá en cuestión de horas o días. Las heridas por presión pueden ser crónicas y desarrollarse en cualquier momento de una enfermedad terminal, sobre todo, si la persona está muy débil, ha estado postrada en cama por mucho tiempo, su peso ha disminuido significativamente o sufre de desgaste muscular por la progresión avanzada de su condición. Sin embargo, al final de la vida también pueden aparecer heridas abiertas muy rápidamente. La piel es un órgano y, al igual que los otros, empieza a dejar de funcionar cerca del final de la vida. En lugar de intentar curar estas heridas con intervenciones o tratamientos agresivos —que posiblemente son dolorosos—, se recomienda mantenerlas limpias y libres de infecciones, y manejarlas con analgésicos para dar alivio y evitar que empeoren. Su especialista en cuidados paliativos o de salud le orientará sobre la mejor manera para cuidar estas afecciones y cambios de la piel.
Períodos de respiración rápida, ausencias breves de respiración, tos o respiraciones ruidosas, o cada vez menos profundas, especialmente en los últimos días o horas o días de vida
Los giros y cambios de posición o el elevar la cabeza y los hombros ocasionalmente aliviará la respiración ruidosa, sobre todo si hay retención de secreciones en la boca porque la persona es incapaz de tragar. Este tipo de respiración suele angustiar a cuidadores y acompañantes, pero no son indicios de dolor o sufrimiento. A veces, usar un vaporizador puede facilitar la respiración. El hospicio o el equipo médico pueden recomendar medicamentos que ayuden a controlar el exceso de secreciones.
Otros cambios en la respiración
La respiración de una persona que está muriendo cambiará de una frecuencia y ritmo normales a un nuevo patrón, en el que se pueden observar varias respiraciones rápidas seguidas de un periodo de apnea, es decir sin inhalaciones y exhalaciones. Con el tiempo, los momentos de apnea aumentarán de unos segundos a ratos más prolongados. Este patrón de respiraciones se conoce como Cheyne-Stokes, llamado así por quien lo describió por primera vez, y suele indicar que la muerte está muy cerca (cuestión de horas o minutos).
Periodos de agitación e inquietud
Aunque ocurren con frecuencia y, a menudo, sin causa aparente, estos momentos pueden angustiar a acompañantes. Hay medicamentos útiles para lo que, en la medicina, se conoce como agitación o inquietud terminal.
Pérdida de la consciencia
A menudo, antes de morir, las personas caen en un estado de inconsciencia o similar a un coma y dejan de responder. Este es un estado de inconsciencia profundo del que no se sale, no se abren los ojos, ni hay comunicación o respuesta al tacto. Las personas en coma pueden seguir oyendo, así no respondan y debe asumirse que, a pesar de que no lo puedan verbalizar, pueden seguir sintiendo dolor o angustia aun cuando no pueden verbalizar lo que sienten.
Cambios sensoriales
No es inusual que en los últimos momentos de vida haya cambios sensoriales que causan percepciones erróneas conocidas como ilusiones, alucinaciones o delirios:
- Ilusiones: puede haber una mala percepción de un sonido o confusión con un objeto de la habitación. Por ejemplo, la persona al oír soplar el viento puede pensar que alguien está llorando, o pueden ver la lámpara de la esquina y pensar que es una persona.
- Alucinaciones: Pueden oír voces que usted no oye, ver cosas que usted no ve o sentir cosas que usted no puede tocar o percibir. Dependiendo del contenido de estas alucinaciones, pueden asustar o reconfortar a la persona que está muriendo.
- Delirios de persecución o grandeza: Pueden confundir la realidad y pensar que los demás intentan lastimarlos o hacerles daño. Es posible que crean que pueden hacer cosas que no son posibles.
- Conciencia cercana a la muerte: pueden hablar de su conciencia de muerte inminente y expresar que pronto podrán ver a su Dios u otra figura religiosa o ver amistades y parientes que querían y les han precedido en la muerte. No es infrecuente que una persona cerca de la muerte hable de prepararse para salir de viaje, viajar u otras actividades relacionadas, como subirse a un avión o hacer la maleta. Esta conciencia puede reconfortarles, sobre todo, por la perspectiva de reunificación.
La intensidad de estos cambios sensoriales puede aumentar y disminuir a lo largo del día y, con frecuencia, incrementar en la noche. Hay medicamentos que ayudan a aliviar los síntomas que parecen causar angustia. El personal de cuidados paliativos decidirá si la medicación es necesaria para estos síntomas complejos.